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martes, 3 de junio de 2014

Marruecos 2014: Meditando en un mal día

Hoy tengo un día tonto. La verdad es que no me apetece hacer nada, de hecho tenía que arreglar el asunto de la rueda de recambio, que no sé como ponerla en la furgo, y he pasado todo el día sabiendo que tenía que ir a una ferretería y comprar al menos un par de correas para sujetar la rueda, pero no tengo ganas, en cierto modo no tengo ganas de hacer nada, ni de hacer kilómetros, ni de visitar la lista de lugares a los que quería ir mientras iba hacia el sur, ni nada de nada, estoy desganado hasta la médula.

Me acabo de acordar de La Cucaracha, y he recordado que aún no me ha devuelto ni un euro de los que me debe.
Espero que le aproveche a él y a su super novia.

Hace unos días que me he venido un poco abajo y no sé lo que me pasa. Desde el día 23 de mayo que tenía que haber comenzado el viaje, no me he sentido bien, no he encontrando la ilusión de otros viajes, y eso que ahora dispongo de tiempo para hacer lo que quiera, pero algo debe estar deambulando dentro de mi que no encuentro, y quiero hecharlo afuera y seguir mi ruta.
Hoy debería estar ya en Rissani, con mi amiga Nezha, y ni siquiera tengo ganas de mandarla un mensaje. Supongo que a ella no le preocupará tanto como a mi, porque está con su familia y con su hija, y debe estar disfrutando de su tierra y su gente, después de un año buscándose la vida en Barcelona. No entiendo de qué me quejo, si tengo todo lo que quiero. Yo creo que hecho de menos a mi gente, a mis amigos, a una vida normal; no me apetece esta típica rutina de viajar solo, de hecho, la muerte de Ali me entristece cada vez que encuentro algo en la furgo que me la recuerda, la hecho de menos, y es así como me siento, no sé si me entendeis. Busco problemas donde no los hay. No hablo con nadie, exceptuando a mecánicos y gente que no conozco de nada. Miro por la ventanilla buscando alguna gasolinera donde vendan el gasoil unos céntimos mas baratos, pero no me doy cuenta y paso de largo. Tengo la cabeza en otro sitio, muy lejos. Acostumbrado tanto tiempo a estar empastillado todo el día, noto el mono cuando me olvido de tomarme la pastilla roja o la blanca. Tengo que levantarme y buscar en mi bolsa de medicinas la pastilla salvadora, pero no me muevo. Tendríais que ver la cantidad de medicinas que llevo. Imaginaros todas las medicinas que se suelen llevar en un viaje normal, como botiquín de urgencias, y añadirle todas las que tengo que tomar cada día para mi diabetes, para mis dolores de espalda, para los dolores de cuello, todo eso para 4 meses. Calmantes nuevos que me recetó la traumatóloga el día 23, pero que normalmente no me hacen efecto. Creo que soy un politoxicómano habituado a la farmacia, después de tantos años. Algunas medicinas las tengo que tomar todos los días, pero para días como hoy, hago una mezcla y voy probando a ver si algo me sienta bien. Llamo al médico y me dice que las amarillas y las verdes tienen el mismo efecto, y me dice que no haga mezclas, que no son medicinas milagrosas; que no van a animarme de golpe, ni hacerme sentir mejor de un momento al otro. A veces tomo alguna pastilla, y creo que la pastilla no hace efecto, que soy yo mismo quien reacciona ante cualquier situación en cada momento y que si estás bajo no tienes escapatoria, pero siempre a cámara lenta, es mi cabeza la culpable de lo que me pasa y solo yo tengo la solución, pero también sé que iría bien la ayuda de los amigos, pero donde están mis amigos, los siento tan lejos que no podemos estrecharnos las manos, y mucho menos hablar de lo que hoy he hecho.



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