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viernes, 10 de enero de 2014

Gualdamix de la Sierra


El Guerrero Eléctrico, anda tramando trampas, entre la AP7, AP2, A2, E390, NII.Desde algún lugar de la Peni.

Ha sido un día muy largo. Había preparado la furgo para ir a recoger mis reyes al extranjero, pero como siempre, aún quedaban muchas cosas por preparar. Que si las medicinas, que si la mantas para envolver los regalos, la comida de Aly, la ropa. Cuando creía que ya estaba listo, lo que me hacía falta era darme una ducha porque estaba empapado en sudor, agotado y medio muerto, tirado en el sofá. Aunque había preparado el reloj para que sonara temprano, me levanté mucho antes, pero ni con esas. Quedaban cosas por hacer y las tenía que hacer si quería partir.
Al final he decidido no llevarme a Aly de viaje, pues tenía que dejarla todo el día sola, ya que quería visitar varios lugares, donde no la dejaban entrar. Hoy me he acordado mucho de ella. Seguro que ahora estaría a mi lado mientras escribo, preguntándose, pero que hace el tipejo este escribiendo a estas horas, cuando podríamos estar durmiendo tranquilamente.
Después de preparar lo que creía que me haría falta, llegó el momento de partir. Un abrazo a la familia, y otra vez en ruta. Pero no todo empezó bien. Fui al banco a sacar algo de dinero en efectivo y me di cuenta en ese momento que me faltaba la chaqueta de invierno. Cualquiera se va por ahí, sin llevar prenda de abrigo. Y menos yo, que no sé si tengo calor o tengo frio. Hubo que llenar el depósito de gasolina, pues más vale prevenir, y una vez hecho, ya estaba de camino. Enfilé la AP7 con oscuros pensamientos en mi mente, pensamientos que no os puedo explicar, pues forman parte de mis más íntimos deseos. Pensamientos que me llevaron a allá donde los hombres se esconden en los árboles. Desdibujado ya los primeros km del camino, el día se presentaba caluroso y solaz. Iba de camino, pero los km no pasaban, el GPS parecía que había perdido la pantalla, y aún no tenía claro hacia donde me dirigía. Pasaron las horas y 400 km, cuando empecé a encontrarme mal. ¿Sería el azúcar quien me estaba jugando una mala pasada? No lo sé, así que decidí parar en un área de servicio y pedí unos canelones de espinacas y una pata de cordero. Los canelones estaban buenísimos, pero a la pata le faltaba ese sabor a campo que tiene el cordero marroquí. Mientras comía unos pajarillos jugaban alrededor de las mesas, y en el momento en que iba a sacar la cámara, ZAS, le di un golpe a la Coca-Cola con la mochila, y toda, todita, toda, se derramó sobre la mesa. Qué hago, pido otra. Me parece que no, demasiado palo ya me han dado con el ticket a la hora de pagar. Sigo comiendo tranquilamente, y parece que me voy relajando, pero no es verdad; cada vez que salgo de viaje, un brotes de Herpes viene a instalarse en mi nalga izquierda. Es matemático, anoche ya noté el pruritos escozor atacándome el culo. Ya sé lo que tengo que hacer para deshacerme de sus punzantes picaduras, pues son muchos los viajes que he hecho, y las veces que se han instalado los herpes en mi culo; pero de momento no voy a hacer. Ya veremos como siguen mañana.
Cuando viajas solos te vienen a la mente muchas dudas. Qué a donde vas primero, qué si es mejor comer en un restaurante o hacerte la comida. Dudas que poco a poco se desvanecen, pues dejándote llevar, el camino te indica la ruta. Y ahí estaba yo, en un área de servicio, con dolor de cabeza, cansado y bostezando, mientras me zampaba los canelones y el cordero. Menos mal que paré, pues un poco antes de llegar al restaurante, sentía que los ojos se cerraban solos, y no eran plan tener un accidente. Ya tenía suficiente con controlar todos los aparatejos que llevo. Que si el móvil, el GPS; bueno, en realidad llevo dos GPS. El ordenador hoy no lo llevo conectad, pues era lo único que me faltaba, pero estoy seguro que cuando sepa usarlo bien, seguro que lo enchufo a mi salpicadero. La cámara tampoco estaba montada, y el pendrive no paraba de repetir todos los discos de Bunbury. No había modo de librarse de él. Pero como es posible que me grabe 8 gb de Enrique, todo un pendrive. Total, que cuando salí del restaurante, cambié de pendrive, y esta vez tampoco tuve mucha suerte. La primera canción que sonó era de Sonny King Adde, vamos, que el pendrive era todo música africana. Ya no busqué más, me conformé con Sonny y que fuera lo que fuera.
Era tarde ya, cuando había que decidir donde parar a dormir. Todo dependía de a donde quisiera ir al día siguiente. Como no lo tenía claro, saqué esta vez si, el ordenador, y busqué mi ficheros de coordenadas que había preparado para el viaje. Exactamente no sabía a donde ir, así que fui leyendo coordenadas y destinos, cuando me encontré con unas coordenadas que no indicaban nada. Una serie de números que vete a saber a donde me llevarían, y esa fue mi elección. Las introduje en el GPS, y me trajo hasta aquí. Un embalse que seguro que tiene nombre, pero que yo no recuerdo en este momento. En eso que aparqué en una explanada al lado de la carretera, en lo alto del embalse, y que me hizo pensar que había valido la pena. Al bajar de la furgo, mis pies se hundieron en el barro. Un barro rojo y resbaladizo, que pronto hizo que mis zapatos pesaran el doble de lo normal. Que mas da, estoy de viaje y las vistas son estupendas. Estuve haciendo fotos mientras el sol se ocultaba. Intenté llamar a casa, pero no había cobertura. Era un lugar tranquilo, pero justo al lado de la carretera, lo que no me hacía nada de gracia. Así que anduve un rato por allí, limpiándome los zapatos y decidí ir a un pueblecito cercano, que asomaba en la lejanía. Creí que había llegado, pero no, era la presa del embalse que se cruzó en mi camino. Como ya era de noche, no pude hacer fotos, por lo que seguí adelante. Un par de coches se cruzaron en la carretera, y eso que me dí cuenta de que las luces no alumbraban bien. Llegué al pueblo, donde sus casitas escalaban la montaña. No había nadie en las calles, y en eso que ví a un señor que se acercaba por el camino. Le pregunté si había un parking o algo parecido para aparcar la furgo, y me dijo que no. Que el pueblo era muy pequeño y que de parking na de na. Me recomendó que me acercara al bar y preguntara allí. Nos depedimos y yo seguí con la furgo hacia el interior del pueblo. Pero antes de llegar al bar, y entre tanta cuesta por delante, decidí darme la vuelta. Iba de camino de vuelta cuando a la salida del pueblo vi un jardín con mesas para comer y no lo dudé un momento. Allá que aparqué. Al cabo de un roto, volvió a aparecer el mismo señor de antes, y me comentó que a veces había visto alguna furgo aparcada allí, que él suponía que no me dirían nada. Entonces me comentó que una de las luces de atrás no iba. Vaya, parece ser que se ha averiado todo el lado izquierdo de las luces de la furgo. Hablamos de un taller donde pudiera llevarlo al día siguiente, pero me dijo que por aquí era difícil, si que encontraría algún que otro mecánico, pero no estaba seguro si entendían de electricidad. Hablamos un poco mas y se despidió. Yo cogí una coca-cola de la nevera, y salí al banco a tomarla tranquilamente. La noche era estupenda. Aunque me abrigué, no hacía nada de frio. Pronto di cuenta de la bebida y como me encontraba cansado, me fui a acostar.
Mañana será otro día.
Al final he decidido no llevarme a Aly de viaje, pues tenía que dejarla todo el día sola, ya que quería visitar varios lugares, donde no la dejaban entrar. Hoy me he acordado mucho de ella. Seguro que ahora estaría a mi lado mientras escribo, preguntándose, pero que hace el tipejo este escribiendo a estas horas, cuando podríamos estar durmiendo tranquilamente.Después de preparar lo que creía que me haría falta, llegó el momento de partir. Un abrazo a la familia, y otra vez en ruta. Pero no todo empezó bien. Fui al banco a sacar algo de dinero en efectivo y me di cuenta en ese momento que me faltaba la chaqueta de invierno. Cualquiera se va por ahí, sin llevar prenda de abrigo. Y menos yo, que no sé si tengo calor o tengo frio. Hubo que llenar el depósito de gasolina, pues más vale prevenir, y una vez hecho, ya estaba de camino. Enfilé la AP7 con oscuros pensamientos en mi mente, pensamientos que no os puedo explicar, pues forman parte de mis más íntimos deseos. Pensamientos que me llevaron a allá donde los hombres se esconden en los árboles. Desdibujado ya los primeros km del camino, el día se presentaba caluroso y solaz. Iba de camino, pero los km no pasaban, el GPS parecía que había perdido la pantalla, y aún no tenía claro hacia donde me dirigía. Pasaron las horas y 400 km, cuando empecé a encontrarme mal. ¿Sería el azúcar quien me estaba jugando una mala pasada? No lo sé, así que decidí parar en un área de servicio y pedí unos canelones de espinacas y una pata de cordero. Los canelones estaban buenísimos, pero a la pata le faltaba ese sabor a campo que tiene el cordero marroquí. Mientras comía unos pajarillos jugaban alrededor de las mesas, y en el momento en que iba a sacar la cámara, ZAS, le di un golpe a la Coca-Cola con la mochila, y toda, todita, toda, se derramó sobre la mesa. Qué hago, pido otra. Me parece que no, demasiado palo ya me han dado con el ticket a la hora de pagar. Sigo comiendo tranquilamente, y parece que me voy relajando, pero no es verdad; cada vez que salgo de viaje, un brotes de Herpes viene a instalarse en mi nalga izquierda. Es matemático, anoche ya noté el pruritos escozor atacándome el culo. Ya sé lo que tengo que hacer para deshacerme de sus punzantes picaduras, pues son muchos los viajes que he hecho, y las veces que se han instalado los herpes en mi culo; pero de momento no voy a hacer. Ya veremos como siguen mañana.Cuando viajas solos te vienen a la mente muchas dudas. Qué a donde vas primero, qué si es mejor comer en un restaurante o hacerte la comida. Dudas que poco a poco se desvanecen, pues dejándote llevar, el camino te indica la ruta. Y ahí estaba yo, en un área de servicio, con dolor de cabeza, cansado y bostezando, mientras me zampaba los canelones y el cordero. Menos mal que paré, pues un poco antes de llegar al restaurante, sentía que los ojos se cerraban solos, y no eran plan tener un accidente. Ya tenía suficiente con controlar todos los aparatejos que llevo. Que si el móvil, el GPS; bueno, en realidad llevo dos GPS. El ordenador hoy no lo llevo conectad, pues era lo único que me faltaba, pero estoy seguro que cuando sepa usarlo bien, seguro que lo enchufo a mi salpicadero. La cámara tampoco estaba montada, y el pendrive no paraba de repetir todos los discos de Bunbury. No había modo de librarse de él. Pero como es posible que me grabe 8 gb de Enrique, todo un pendrive. Total, que cuando salí del restaurante, cambié de pendrive, y esta vez tampoco tuve mucha suerte. La primera canción que sonó era de Sonny King Adde, vamos, que el pendrive era todo música africana. Ya no busqué más, me conformé con Sonny y que fuera lo que fuera.Era tarde ya, cuando había que decidir donde parar a dormir. Todo dependía de a donde quisiera ir al día siguiente. Como no lo tenía claro, saqué esta vez si, el ordenador, y busqué mi ficheros de coordenadas que había preparado para el viaje. Exactamente no sabía a donde ir, así que fui leyendo coordenadas y destinos, cuando me encontré con unas coordenadas que no indicaban nada. Una serie de números que vete a saber a donde me llevarían, y esa fue mi elección. Las introduje en el GPS, y me trajo hasta aquí. Un embalse que seguro que tiene nombre, pero que yo no recuerdo en este momento. En eso que aparqué en una explanada al lado de la carretera, en lo alto del embalse, y que me hizo pensar que había valido la pena. Al bajar de la furgo, mis pies se hundieron en el barro. Un barro rojo y resbaladizo, que pronto hizo que mis zapatos pesaran el doble de lo normal. Que mas da, estoy de viaje y las vistas son estupendas. Estuve haciendo fotos mientras el sol se ocultaba. Intenté llamar a casa, pero no había cobertura. Era un lugar tranquilo, pero justo al lado de la carretera, lo que no me hacía nada de gracia. Así que anduve un rato por allí, limpiándome los zapatos y decidí ir a un pueblecito cercano, que asomaba en la lejanía. Creí que había llegado, pero no, era la presa del embalse que se cruzó en mi camino. Como ya era de noche, no pude hacer fotos, por lo que seguí adelante. Un par de coches se cruzaron en la carretera, y eso que me dí cuenta de que las luces no alumbraban bien. Llegué al pueblo, donde sus casitas escalaban la montaña. No había nadie en las calles, y en eso que ví a un señor que se acercaba por el camino. Le pregunté si había un parking o algo parecido para aparcar la furgo, y me dijo que no. Que el pueblo era muy pequeño y que de parking na de na. Me recomendó que me acercara al bar y preguntara allí. Nos depedimos y yo seguí con la furgo hacia el interior del pueblo. Pero antes de llegar al bar, y entre tanta cuesta por delante, decidí darme la vuelta. Iba de camino de vuelta cuando a la salida del pueblo vi un jardín con mesas para comer y no lo dudé un momento. Allá que aparqué. Al cabo de un roto, volvió a aparecer el mismo señor de antes, y me comentó que a veces había visto alguna furgo aparcada allí, que él suponía que no me dirían nada. Entonces me comentó que una de las luces de atrás no iba. Vaya, parece ser que se ha averiado todo el lado izquierdo de las luces de la furgo. Hablamos de un taller donde pudiera llevarlo al día siguiente, pero me dijo que por aquí era difícil, si que encontraría algún que otro mecánico, pero no estaba seguro si entendían de electricidad. Hablamos un poco mas y se despidió. Yo cogí una coca-cola de la nevera, y salí al banco a tomarla tranquilamente. La noche era estupenda. Aunque me abrigué, no hacía nada de frio. Pronto di cuenta de la bebida y como me encontraba cansado, me fui a acostar. Mañana será otro día.


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SIGO EL VIAJE:
Esta mañana quería levantarme temprano para arreglar el problema de las luces, pero después de haber dado vueltas y vueltas en la cama, a las 9,30 h he abierto los ojos. Cuando he visto la hora he saltado de la cama y he salido disparado en busca del algún mecánico que pudiera arreglarme las luces. Hace un día estupendo y la noche ha sido caluroso, claro que tenía la calefacción conectada a un cuarto de su potencia. Salía del pueblo a toda prisa, sin ni siquiera haberle tomado una foto, pero otra vez será. Iba subiendo el camino de vuelta, cuando paré un momento a soltar unas gotas de orina detrás de un árbol. Cuando miré a mi alrededor y pensando que estaba en plena naturaleza, me llamó la atención que había varias latas esturreadas a mi alrededor. Que mierda, yo meando y las latas pastando.
Cogí enfadado la furgo y me fui en busca de algún mecánico fabuloso, que supiera y quisiera arreglarme la furgo. Al primero que encontré, me pareció que tenía el taller cerrado, pero un señor me dijo que fuera por la puerta de atrás. Fui hasta la entrada y saludé. Un señor apareció al fondo del taller y le expliqué mi problema. Mala suerte, resulta que solo es mecánico de coches. Me indica que tengo que ir a Calatayud si quiero que me lo arreglen hoy. Me despido y en una gasolinera pregunto si conocen algún electricista. Me dicen que si y me indican mas o menos el camino. Sigo las instrucciones, pero siguiendo mi costumbre me pierdo. Total, que tengo que parar a volver a preguntar. Al final encuentro el taller pero al explicarle el problema me dice que al menos hasta la tarde no puedo atenderme, aunque si quiero ir a otro taller, el puede darme otra dirección. Le digo que si, que prefiero intentarlo y no perder todo el día. Me da la dirección y salgo hacia Calatayud en busca del siguiente mecánico. Para variar me paso Calatayud y tengo que volver marcha atrás. El taller no es difícil de encontrar, y tras un par de vueltas consigo aparcar en una plazoleta donde no se puede aparcar. Andando me acerco hasta el taller. Saludo educadamente y un señor muy mayor me dice que espere al otro mecánico, que tengo que hablar con él. Al final baja el señor desde el piso de arriba, por unas empinadas escaleras de maderas y desde el fondo de ese taller fantasmal, pues hasta las puertas las tenía cerrada, me pregunta ¿Qué es lo que le pasa? Le explico el problema con las luces y me dice que traiga la furgo hasta la puerta del taller. El portón como os he dicho estaba cerrado y una pequeña puerta metálica permitía la entrada al taller. Una vez hube cogido la furgo, di un par de vueltas para aparcarla delante del portón, y la verdad es que me costó un poco. En cuanto llegué, salió el mecánico y rápidamente se puso a arreglar la avería. Yo estaba tan nervioso que aún no me había inyectado la insulina, así que le dije que me iba a poner una inyección y a desayunar alguna cosa. Justo enfrente del taller había un bar que tenía buena pinta, así que para allá dirigí mis pasos. Pedí un café con leche, de máquina, descafeinado, con sacarina y sin taza ni vaso. Le pedí a la camarera si tenían bocadillos de tortilla a la francesa, pero me dijo que no, que solo había de jamón y de gambas. Luego se lo pensó un poco y me dijo que si quería, podía hacerme una tortilla a la francesa de un huevo. Estupendo, le contesté, me siento en aquella mesa y ya me la traerá. Desayuno con vistas a la furgo y a la hora de pagar solo me cobraron 2,20 €. Cuando salí del bar, el mecánico me dijo que ya estaba todo arreglado. La luz principal se había fundido, y en la parte de atrás uno de los enganches que sujetan las luces se había quemado. Me explicó que había hecho un enlace por encima del circuito ya que así me saldría mas barato. Le pregunté cuanto era, y solo me llevó 26 €.
Los pies me dolían, así que pregunté a un cartero donde podía encontrar una zapatería. Me indicó mas o menos que por el centro y para que me fui. Estaba en la zapateria comprando unas zapatillas acolchadas, pero no quedaban de mi número. Fui a la siguiente zapatería y cuando probando unas muy chulas, oigo el móvil, y es Dezano, que me pregunta donde estoy. Le digo que en Calatayud, y él me dice que está aparcando detrás de mi furgo. Dejo los zapatos y le digo que me espere, que ahora mismo vengo. Solo tenía que cruzar la calle, cuando veo a Dezano aparcando una Mercedes Benz. Menudo son los hippies cuando se trata de furgos. Cuando aparcó y bajó de la furgo, nos saludamos y abrazamos, y estuvimos hablando un rato. Me dio muchos saludos para los Loretos, diciéndome que tenía ganas de verles, pero que en principio no tenía kdd’s previstas. Despues de explicarnos algunas anécdotas, de enseñarme donde estaba el parking de A/C, nos despedimos, y puede que mañana nos volvamos a ver.
He salido de Calatayud corriendo, pero he de volver otro dia mas tranquilamente.
De nuevo en la Autovía. Km por delante y hoy con rumbo fijo, esta noche tengo que estar en un pueblo cerca de Madrid, con un tipo que no conozco, y que no acepta billetes de 100€ porque no los ha visto nunca. No sé que decir. Mejor no pienso y me voy a comer. He decidido salir de la autovía para ver si los menús son mas baratos, y en un pueblo de cuyo nombre no me acuerdo, he parado. He tenido que pasar 5 puertas al menos hasta llegar al comedor. Una camarera muy simpática me ha traido la carta y entre los dos hemos elegido que comer. De primero he tomado un caldo, y de segundo un plato que tampoco recuerdo como se llama, pero que venía a ser un estofado de ternera. Al principio entraba sin sabor alguno destacable, pero luego me ha gustado mucho. Para postre he pedido una cuajada, y la camarera no podía creer que no la hubiera probado nunca. Solo he dejado la miel aparte, pero es que el azúcar manda. He comido bien y barato. Le he pedido una tarjeta y ya os diré donde es, porque ha valido la pena hacer unos cuantos km mas.
De vuelta en la carretera. El GPS listo, marcando el rumbo, y ahora me encuentro cenando de nuevo, para variar. Estoy a 40 km de Madrid, en un pueblo con dos nombres.
Luego mas….
Cogí enfadado la furgo y me fui en busca de algún mecánico fabuloso, que supiera y quisiera arreglarme la furgo. Al primero que encontré, me pareció que tenía el taller cerrado, pero un señor me dijo que fuera por la puerta de atrás. Fui hasta la entrada y saludé. Un señor apareció al fondo del taller y le expliqué mi problema. Mala suerte, resulta que solo es mecánico de coches. Me indica que tengo que ir a Calatayud si quiero que me lo arreglen hoy. Me despido y en una gasolinera pregunto si conocen algún electricista. Me dicen que si y me indican mas o menos el camino. Sigo las instrucciones, pero siguiendo mi costumbre me pierdo. Total, que tengo que parar a volver a preguntar. Al final encuentro el taller pero al explicarle el problema me dice que al menos hasta la tarde no puedo atenderme, aunque si quiero ir a otro taller, el puede darme otra dirección. Le digo que si, que prefiero intentarlo y no perder todo el día. Me da la dirección y salgo hacia Calatayud en busca del siguiente mecánico. Para variar me paso Calatayud y tengo que volver marcha atrás. El taller no es difícil de encontrar, y tras un par de vueltas consigo aparcar en una plazoleta donde no se puede aparcar. Andando me acerco hasta el taller. Saludo educadamente y un señor muy mayor me dice que espere al otro mecánico, que tengo que hablar con él. Al final baja el señor desde el piso de arriba, por unas empinadas escaleras de maderas y desde el fondo de ese taller fantasmal, pues hasta las puertas las tenía cerrada, me pregunta ¿Qué es lo que le pasa? Le explico el problema con las luces y me dice que traiga la furgo hasta la puerta del taller. El portón como os he dicho estaba cerrado y una pequeña puerta metálica permitía la entrada al taller. Una vez hube cogido la furgo, di un par de vueltas para aparcarla delante del portón, y la verdad es que me costó un poco. En cuanto llegué, salió el mecánico y rápidamente se puso a arreglar la avería. Yo estaba tan nervioso que aún no me había inyectado la insulina, así que le dije que me iba a poner una inyección y a desayunar alguna cosa. Justo enfrente del taller había un bar que tenía buena pinta, así que para allá dirigí mis pasos. Pedí un café con leche, de máquina, descafeinado, con sacarina y sin taza ni vaso. Le pedí a la camarera si tenían bocadillos de tortilla a la francesa, pero me dijo que no, que solo había de jamón y de gambas. Luego se lo pensó un poco y me dijo que si quería, podía hacerme una tortilla a la francesa de un huevo. Estupendo, le contesté, me siento en aquella mesa y ya me la traerá. Desayuno con vistas a la furgo y a la hora de pagar solo me cobraron 2,20 €. Cuando salí del bar, el mecánico me dijo que ya estaba todo arreglado. La luz principal se había fundido, y en la parte de atrás uno de los enganches que sujetan las luces se había quemado. Me explicó que había hecho un enlace por encima del circuito ya que así me saldría mas barato. Le pregunté cuanto era, y solo me llevó 26 €. Los pies me dolían, así que pregunté a un cartero donde podía encontrar una zapatería. Me indicó mas o menos que por el centro y para que me fui. Estaba en la zapateria comprando unas zapatillas acolchadas, pero no quedaban de mi número. Fui a la siguiente zapatería y cuando probando unas muy chulas, oigo el móvil, y es Dezano, que me pregunta donde estoy. Le digo que en Calatayud, y él me dice que está aparcando detrás de mi furgo. Dejo los zapatos y le digo que me espere, que ahora mismo vengo. Solo tenía que cruzar la calle, cuando veo a Dezano aparcando una Mercedes Benz. Menudo son los hippies cuando se trata de furgos. Cuando aparcó y bajó de la furgo, nos saludamos y abrazamos, y estuvimos hablando un rato. Me dio muchos saludos para los Loretos, diciéndome que tenía ganas de verles, pero que en principio no tenía kdd’s previstas. Despues de explicarnos algunas anécdotas, de enseñarme donde estaba el parking de A/C, nos despedimos, y puede que mañana nos volvamos a ver.He salido de Calatayud corriendo, pero he de volver otro dia mas tranquilamente. De nuevo en la Autovía. Km por delante y hoy con rumbo fijo, esta noche tengo que estar en un pueblo cerca de Madrid, con un tipo que no conozco, y que no acepta billetes de 100€ porque no los ha visto nunca. No sé que decir. Mejor no pienso y me voy a comer. He decidido salir de la autovía para ver si los menús son mas baratos, y en un pueblo de cuyo nombre no me acuerdo, he parado. He tenido que pasar 5 puertas al menos hasta llegar al comedor. Una camarera muy simpática me ha traido la carta y entre los dos hemos elegido que comer. De primero he tomado un caldo, y de segundo un plato que tampoco recuerdo como se llama, pero que venía a ser un estofado de ternera. Al principio entraba sin sabor alguno destacable, pero luego me ha gustado mucho. Para postre he pedido una cuajada, y la camarera no podía creer que no la hubiera probado nunca. Solo he dejado la miel aparte, pero es que el azúcar manda. He comido bien y barato. Le he pedido una tarjeta y ya os diré donde es, porque ha valido la pena hacer unos cuantos km mas.De vuelta en la carretera. El GPS listo, marcando el rumbo, y ahora me encuentro cenando de nuevo, para variar. Estoy a 40 km de Madrid, en un pueblo con dos nombres.Luego mas….

Ya se ha gastado la memoria del móvil, y no puedo enviar nada al blog. Vaya porqueria, conectar el móvil al portátil. Ha sido mposible hoy, así que desde el restaurante el Junco me he podido conectar y enviaros la crónica.


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